La intensa propaganda peronista vistió los hechos del 16 y 17 de octubre con vestidos hechos de mitos, gestos heroicos que jamás existieron y romanticismo puro. Pero hay otra verdad
La intensa propaganda peronista vistió los hechos del 16 y 17 de octubre de 1945 con vestidos hechos de mitos, gestos heroicos que jamás existieron, y romanticismo puro.
Como ejemplo, un antiguo cuadro muestra a una madre en medio de los obreros llevando de la mano a su hijita primorosamente peinada y vestida como para una fiesta de cumpleaños.
Pero las cosas que ocurrieron en esos días en realidad fueron de un innecesario salvajismo.
Sintetizando lo ocurrido en esas dos jornadas, el semanario comunista Orientación informó:“El malevaje peronista, repitiendo escenas dignas de la época de Rosas y remedando lo ocurrido en los orígenes del fascismo en Italia y Alemania, demostró lo que era arrojándose contra la población inocente, con la colaboración de la policía, que entregó la calle al peronismo bárbaro y desatado”.
La Unión Cívica Radical, a su vez se manifestó así: “Ultrajaron a la ciudadanía con la ayuda policial, en un espectáculo de vergüenza como nunca ha presenciado la Nación”.
El desarrollo de los hechos
Los hechos del 16 y 17 de octubre de 1945 comenzaron a desencadenarse el viernes 12 de ese mes, cuando el coronel Domingo Mercante (“corazón de Perón”, futuro gobernador de Buenos Aires) convocó a numerosos dirigentes sindicales para proponerles una huelga general exigiendo la reposición de Perón en sus cargos.
Fueron a votación: 21 votaron a favor de la huelga, 19 en contra, y el paro fue fijado para el 18.
Ese mismo día viernes 12, en horas de la tarde, miles de antiperonistas se concentraron en la plaza San Martín, frente al Círculo Militar, para reclamar la renuncia de todo el gobierno, la entrega del poder a la Corte Suprema, y el llamado a elecciones.
Uno de sus cánticos, entonado al ritmo de la canción La cucaracha, decía: “Perón y Farrell/ Perón y Farrell/ ya no pueden caminar/ porque no tienen/ porque no tienen/ el apoyo popular”.
La policía montada dirigida por el propio jefe de policía, coronel Aristóbulo Mittelbach (futuro gobernador de Santiago del Estero por el Partido Laborista), los atacó con sus sables de caballería y los dispersó. Pero a las nueve de la noche se desencadenó en el lugar un tiroteo que dejó como saldo numerosos heridos y la muerte del médico Eugenio Luís Ottolenghi, quien cayó con un disparo en el corazón.Mandatory Credit: Photo by Everett/Shutterstock (10307361a) Juan Peron, newly elected President of Argentina waves to crowds from inaugural parade. Peron wears the uniform of a Brigadier General. He took the oath of office for a six-year term in ceremonies before a joint session of the Argentine Congress on June 4, 1946. Historical Collection
A la medianoche de aquel viernes 12, el coronel Mittelbach fue a Tres Bocas para comunicar a Perón, quien seguía en la casa veraniega del alemán Freude, que por su seguridad lo iba a trasladar a un buque de la Armada. El coronel se negó a subirse a la nave alegando que eso lo sacaba de la jurisdicción del Ejército y lo ponía en jurisdicción de la Marina, con la que mantenía una conocida enemistad.
El sábado 13, los diarios se hicieron eco de la muerte del doctor Ottolenghi, señalado como un mártir caído “en defensa de la democracia y la libertad”. Ese día, Edelmiro Farrell aceptó la renovación de parte de su gabinete, con la excepción de dos de sus miembros.
Ese mismo sábado Perón regresó a Buenos Aires y se instaló en su departamento de Posadas 1567.
Su viejo amigo Farrell dispuso que lo llevaran a la isla Martín García. El encargado de hacerlo fue el subjefe interino de policía, mayor Héctor D’Andrea, quien llevó a Perón al puerto y lo embarcó en el buque “Independencia”. El diario Crítica anunció: “El coronel Perón ya no constituye un peligro para el país”.
Su pareja, Eva Duarte, se refugió en casa de una amiga, la actriz italiana Pierina Dealessi, y después en el departamento de su hermano Juan Duarte. Con lo que tenemos que el mito de que ella organizó la marcha del 17 de octubre es solamente eso: un mito.
Lo máximo que hizo fue viajar a Junín con su hermano Juan para darle un poder a los abogados Juan Álvarez Rodríguez y Ramón Subiza (futuro ministro de Perón) con vistas a un recurso de hábeas corpus en favor de Perón, a esas horas ya en la isla Martín García.
Dicho poder quedó registrado en la escribanía de Hernán Ordiales, el mismo que como juez civil una semana después (22 de octubre de 1945) casó a Juan Domingo Perón y Eva Duarte tras una falsificación de la partida de nacimiento de ésta, que ya es otra historia.
Gremios contra gremios
El domingo 14, el capitán-cirujano Miguel Ángel Mazza, médico personal de Perón, fue a verlo. Ésta visita fue clave –más que todas las marchas juntas- para el regreso de Perón a Buenos Aires.
El lunes 15, los trabajadores de los frigoríficos de Berisso y Ensenada agrupados en el Sindicato de Obreros de la Carne y conducidos por Cipriano Reyes salieron a las calles con carteles y banderas reclamando la inmediata liberación de Perón.
Sin embargo, así como había gremios reclamando que liberen a Perón, otros sindicatos querían que el mismo siga detenido. Entre los que se oponían a la liberación del coronel figuraban la Asociación de Empleados de Farmacia, Unión de Empleados de Comercio e Industria, Unión Obrera de la Capital Federal, Federación Obrera del Vestido, Unión Obrera Textil, Unión de Obreros Curtidores, Comisión de Empleados Bancarios Democráticos, Sindicato Obrero de la Unión del Calzado, y Sindicato de Obreros y Empleados de YPF.Cirpiano Reyes
El comité ejecutivo del Partido Socialista tampoco quería que lo liberen. Por el contrario, en un comunicado exigió que “sean extirpados de raíz los elementos complicados con Perón y sean destituidas sus bases de operaciones en la administración pública”.
El Partido Comunista también salió a denunciar en un comunicado “los desmanes cometidos por elementos peronistas a través de bandas armadas dirigidas por Cipriano Reyes”.
El día 16, Cipriano Reyes organizó una gran movilización frente a las puertas del sindicato. Desde ese lugar, miles de personas se pusieron en marcha. Cruzaron el puente Berisso-Ensenada rumbo a las destilerías de YPF. El objetivo era sacar a los obreros de las mismas y sumarlos a la movilización, pero desistieron al ser interceptados por el cuerpo de marineros que custodiaba el lugar.
En horas de la tarde de ese día 16, el gremio ferroviario La Fraternidad emitió un comunicado en contra de las movilizaciones y paros que se producían por todas partes.
A su vez, la Federación Obrera de la Carne conducida por el comunista José Peter (uno que siempre se mostró “inconmovible a la seducción del coronel”) informó que “bandas armadas encabezadas por Cipriano Reyes han impedido la entrada a los obreros del frigorífico Wilson”, y convocó a los trabajadores a unirse “en contra de las maniobras del nazi-fascismo”.
17 de octubre: un día de furia
La marcha del 17 de octubre de 1945 comenzó a media mañana, y ante el avance de las formaciones obreras sobre la capital el coronel Gerardo Gemetro, jefe del Regimiento 10 de Caballería, pidió autorización para detenerlos. Extrañamente, no fue autorizado.
Parte de los manifestantes se dirigió a la sede del Hospital Central Militar, en uno de cuyos pisos superiores estaba Perón desde las primeras horas de esa mañana.
En Ensenada y Berisso imperaba una huelga general con bloqueo de repartos de alimentos. Cortaron los servicios de ómnibus y lanchas que unían a ambas ciudades, y cesaron las clases en las escuelas.
En esas mismas ciudades, los diarios con noticias sobre los intentos que se hacían para formar un gabinete antiperonista fueron retirados de los kioscos y arrojados al río. Una columna de manifestantes atacó y destrozó la agencia del diario La Prensa, los locales de la casa de óptica Lutz Ferrando, y la editorial de Jacobo Peuser, empresa donde, irónicamente, años más tarde se imprimiría La razón de mi vida.
Otra columna convergió sobre La Plata, recorrió sus calles en ruidosas manifestaciones, tomó por asalto colectivos, y preparó camiones para dirigirse a la capital.
También atacaron los clubes Gimnasia y Esgrima y Estudiantes, así como el Jockey Club. Después asaltaron y saquearon la casa del doctor Alfredo Calcagno, rector de la Universidad de La Plata.
En la misma ciudad, enardecidas columnas atacaron los diarios El Día y El Argentino, volcaron automóviles estacionados en las calles, rompieron las vidrieras de Casa Pernas, y robaron mercaderías.
La Cámara de Comercio, Propiedad e Industria mandó con carácter de urgente un telegrama al Ministerio del Interior para denunciar esto: “Personas al grito de ¡Viva Perón! obligaron al comercio y establecimientos industriales de La Plata, Ensenada y Berisso a cerrar sus puertas y exigieron a los obreros que abandonaran sus tareas”.
Efectivamente, en su marcha hacia la capital las columnas iban provocando el cierre de los comercios.
Cuando el gentío llegó a los puentes sobre el Riachuelo encontraron que estaban levantados. Invadieron entonces en botes, lanchones y balsas la zona de Avellaneda, donde cortaron las calles con rieles que estaban depositados para cambios en la red de tranvías. Detuvieron los trenes, obligaron a los pasajeros a bajarse y a las formaciones a retroceder. Por si intentasen volver a avanzar rompieron las señales y bloquearon las vías. En Estación Constitución, ante la mirada pasiva de la policía, rompieron ventanillas y provocaron desmanes en el Hall y en los andenes.
Al mediodía, entraron a la capital. Miles de personas coparon Plaza de Mayo. Es famosa la foto de gente en mangas de camisas y los pies dentro de las fuentes. En una época en que los hombres se ponían sacos hasta para ir al almacén de la esquina, eso era inconcebible. Tanto que fue calificado por el vespertino Crítica de esa misma tarde como “un atentado contra el buen gusto y contra la estética ciudadana”.
Esa noche, Farrell lo hizo llamar a Perón en la residencia presidencial de Palermo. De allí lo llevó nada menos que al balcón de la Casa de Gobierno. A las 23,10, le habló a su gente.
“Día de San Perón”
A la una de la madrugada del día 18, cuando las columnas de manifestantes comenzaron a desconcentrarse, una de ellas enfiló hacia el diario Crítica, intentaron tomarlo por asalto, pero fueron rechazados a tiros por los propios empleados. Ese tiroteo dejó como saldo numerosos heridos y la muerte de Darwin Pasaponti, de sólo 17 años.
Ese día 18, toda la provincia de Buenos Aires se paralizó. No había escuela, fábricas abiertas, bancos, espectáculos, oficinas públicas y privadas, comercios, clases y restaurantes. Todo estaba cerrado, y el transporte tampoco funcionaba. ¿Por qué estaba todo así? Porque el día anterior, el 18 de octubre había sido declarado “Día de San Perón”.
Como si fuera un 9 de julio o un 25 de mayo, desde 1946 hasta 1955 el 17 de octubre era feriado nacional y tema de enseñanza obligatoria en todas las escuelas del país.